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lunes, 22 de abril de 2013

Fuimos uno.

"Cierra los ojos, apaga la luz, respira profundo y confía en mí.
Relájate..."

Esas fueron sus últimas palabras 
instantes antes de sumergirme en un cumulo de placer.

Todo empezó tras notar su respiración en mi cuello,
Sentí sus manos sobre mi espalda.
No estaban frías, es más, Parecía que se fundían con mi piel
masajeándome centímetro a centímetro.

Mi piel se ruborizaba,
mi respiración era controlada por sus dedos.
Pensaba que jamás llegaría ese momento,
que tal vez era mucho soñar y que era hora de estar despiertos.

Que hiciera tanto frío en la calle, que el sol ya estuviera escondido
y que mis pies no estuvieran fríos,
no podía ser causa del destino.

Realmente le había hecho caso, lo había conseguido.
Estaba relajado.
Solo pensaba en disfrutar cada instante
y que fuera eterno si era necesario.

Poco a poco fue cogiendo confianza,
cambio de postura y se sentó sobre el final de mi espalda.
Apartó sus manos de mí por unos instantes
Para devolverlas húmedas y con una nueva fragancia.

Se intensificó el olor de aquella vela de vainilla, 
la que minutos antes encendió junto a la ropa
que durante el día me protegía.

Con el movimiento de sus manos dudaba
de la existencia de mis músculos,
¿ Podía seguir estando mientras creo que se han evaporado?
La combinación de ritmos y la presión sobre mi columna
provocaba que me mordiera el labio
al fin de liberar tanto acumulado.

Unía las pecas de mi espalda con la yema de sus dedos,
creando formas estelares sin pensar que estaba haciendo.

Podría haberme dejado masajear durante toda la noche,
pero no pude evitarlo, un brusco movimiento
y bajo el agua acabamos.



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