--Vamos a meterte en el arroyo para que pueda lavarte y ver qué tipo de heridas tienes.
--Primero, acércate un momento, que tengo que decirte una cosa. --Me inclino sobre él y acerco el oído bueno a sus labios, que me hacen cosquillas cuando me susurra:
-- Recuerda que estamos locamente enamorados, así que puedes besarme cuando quieras.
--Gracias --respondo, apartando la cabeza de golpe, pero sin poder evitar reírme--. Lo tendré en cuenta.